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Vacaciones en el Reino Oscuro II

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Cirkadia's avatar
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La comitiva de comerciantes enfiló hacia el sur por el camino a Taivaria, escoltados por una guardia Thesiana. Esto último no le hacía ninguna gracia a Fraden, que opinaba que aquellos ángeles y elfos no habían visto una selva en su vida, y que mucho menos sabrían desenvolverse en territorio oscuro en época de paz. Por ello estuvo más gruñón de lo habitual.
Por otro lado, Morgana se dedicó a poner su caballo a la par de los distintos carros para hablar amigablemente con sus ocupantes, a los que tranquilizó y dio consejos. A media mañana, llegó al nivel de la infiltrada.
-¿Por qué no te sientas conmigo? -propuso la Princesa palmeando el lugar junto a ella.
-Eh... sí, claro... Elune -contestó Morgana algo incómoda por la farsa.
Ataron a su caballo a la parte de atrás de la calesa y ambas mujeres tomaron asiento delante de las flores. Fendoel iba muy nerviosa, repitiéndose que tenía que actuar con naturalidad.
-Los demás están muy inquietos -comentó Simariel, no, Elune casual.
-Es normal, no se hace un viaje como éste todos los días -musitó en respuesta.
-¿Las brujas no darán problemas?
-Las brujas siempre están dando problemas -dijo Morgana al instante con tono bromista y pensando en Lynnae-. Pero si se lleva bien la situación... -rectificó más seria- no debería ser preocupante.
-¿Crees que se pondrán demasiado curiosas si nos quedamos más tiempo, después de terminar las transacciones?
-Creo que se pondrán demasiado curiosas durante las transacciones. Harán preguntas y... muchas de ellas sobre... ejem, la vida íntima. Y si descubrieran cosas como... la virginidad de alguien... -musitó muy bajito.
-¿Qué harán entonces? -sacó una manzana de su maletín y la limpió un poco con su vestido antes de llevársela a la boca.
-Teniendo en cuenta lo que somos, nos les sorprenderá, pero se reirán y harán bromas al respecto, con mayor o menor mala intención, depende de cómo les caigamos -suspiró Morgana-. También podrían... sugerir candidatos... y darnos ciertas pociones...
-¿Candidatos... ? -dio un mordisco y miró a la elfa con curiosidad-. ¿Pociones para qué?
-Candidatos para... ya sabes, al menos esos no querrían ser reyes -terminó murmurando para el cuello del vestido-. Y pociones para... desinhibirse. Supongo que no hará falta que te lo diga, pero ten cuidado con lo que te ofrecen para beber. O comer -recomendó mirándola de soslayo.
Simariel, no, Elune la miró con los ojos abiertos como platos. Tras analizar la información, intentó tomarla de la mejor manera posible y asintió.
-Gracias por el dato -esbozó una sonrisa tímida.
-De nada -contestó Morgana con mayor timidez.

***

Por el camino a Taivaria llamaron la atención de muchos viajeros y no fueron pocos los que se interesaron por el motivo de que una comitiva tan nutrida necesitara escolta en aquellas tierras. Pronto corrió la noticia y tuvieron que enfrentarse a los ruegos de que no hicieran semejante tontería o las excesivamente efusivas muestras de ánimo. Para colmo, la noticia llegó a oídos del alcalde de la ciudad y, cuando arribaron, se encontraron con una bienvenida por todo lo alto.
El alcalde buscó a un jefe al que dirigir la su discurso preparado y, al falta de nadie mejor, fueron los Fendoel los que asumieron el papel. Al fin y al cabo, había sido idea de Morgana y Fraden era muy contundente en sus órdenes y medidas de seguridad. Durante la noche, el alcalde no se despegó de ellos, no cesaba de felicitarlos por su valentía y arrojo, por el futuro mejor que podrían construir... pero Simariel pudo escuchar en su mente que lo que realmente le entusiasmaba era la posibilidad de que aumentara el flujo de comerciantes que cruzara por su ciudad y, sobre todo, se alojara en ella.
-Qué curioso, juraría que os conocía y que os llamabais Hamaldottir -comentó el hombre, achispado por la cerveza.
-Curioso sí -contestó Fraden, secamente sobrio-. Es hora de que nos retiremos, ha sido un día duro y mañana lo será más -se justificó poniéndose en pie antes de ir a dirigirse al resto de la comitiva, que estaba desperdigada por la taberna; algunos incluso se habían ido a otros locales.
Mientras Morgana agradecía una vez más la hospitalidad y dejaba al alcalde sentado contra la pared de piedra, escuchó cómo su marido recordaba a sus compañeros de viaje que deberían estar preparados para cuando despuntara el sol y que no admitiría retrasos.
-¿Subimos a las habitaciones? -le propuso a la Princesa infiltrada.
Elune asintió y fueron hasta el punto donde tuvieron que separarse, ya que habían cogido cuartos separados. Ya sola en su habitación, Simariel se miró al espejo, buscándose las primeras canas que estaban apareciendo. Habían tenido que renovar el maquillaje mágico dos veces durante la jornada, con gran disimulo. Mientras se desvestía, una lucecita surgió de su pelo y se convirtió en Essel, que se estiró y empezó a dar vueltas hiperactivas por el cuarto, prometiendo montar guardia para que ningún depravado osara aprovecharse. Y eso que estaban en Taivaria todavía.
Mientras, en la habitación de al lado, Fraden se metió en la cama junto a su mujer.
-Estás muy tenso -observó ella al abrazarlo.
-Mañana cruzaremos la frontera con esta panda de...
-Sssshhh, todo irá bien -le susurró empezando a darle besos por la cara y el cuello.
-Morgana, ahora no... -pidió intentado que dejara de acariciarlo.
-¿No? ¿Va a ser verdad lo que las brujas dicen los elfos? -planteó burlona.
-Serás... Mhhh, vale, tú ganas.

***

Al alba del día siguiente, Morgana se despertó por unos ruidos quedos; en la fría penumbra distinguió a Fraden haciendo sus estiramientos matutinos tan sólo en calzones blancos. Sonrió, se sentía la elfa más afortunada de toda Visara.
Mientras, al otro lado de la pared, Essel volvía a teñir de negro el largo cabello de la Princesa.
-Aún no estamos tan lejos -murmuró el hada mientras espolvoreaba.
-No cambiaré de opinión, es ahora o nunca... Luego ya no tendré muchas libertades cuando... me case -bajó la mirada y apretó un poco los puños.
-Menos mal, espero que el rey no te deje hacer semejantes locuras.
Después de terminar con el pelo, el hada dejó caer un poco de polvo de hadas sobre el rostro de Simariel, y sus ojos cambiaron a un precioso color plata.
-Gracias por preocuparte por mí -sonrió Elune.
Aquello no hizo que Essel dejara de refunfuñar.

***

Poco después de salir de Taivaria, tras dejar atrás los campos de cultivo, la comitiva se internó en un frondoso y húmedo bosque. Aquella jornada cruzarían la frontera, por lo que Fraden estaba alerta respecto al comportamiento de comerciantes y guardias. A cada paso que daban, se acumulaba el musgo y los helechos, las lianas colgaban de los árboles y aparecían más insectos en el bochornoso aire. Cuando uno de aquellos bichos revoloteó demasiado en torno a Morgana, ella no lo soportó más y sacó un tarro que le había comprado a una bruja durante la reunión en Doran.
-¿Quieres? -le ofreció a Elune mientras se echaba la crema aceitosa del interior por la cara.
-¿Qué es? -preguntó con gran interés.
-Un potingue repelente de insectos -explicó pasando a embadurnarse las manos-. Es de las brujas. Huele un poco fuerte -admitió-, pero es efectivo.
-Póntelo... -siseó una vocecita desde su cabello.
-Entonces... si está bien, sí... me gustaría intentarlo.
Morgana cogió para echarse en las pantorillas y le pasó el tarro.
-Tened en cuenta que si os da el sol donde os echéis, os saldrán manchas oscuras -advirtió Fraden.
Su mujer levantó la vista a la techumbre vegetal.
-Suerte que estemos a cubierto -consideró de buen humor terminando de esparcirse bien el potingue.
-¿Manchas? -preguntó la Princesa un poco preocupada-. ¿Permanentes?
-Se van en un par de días -contestó el experto en el tema-. Pero si ocurre varias veces, puedes acabar enteramente moreno y permanecer así hasta un mes -dijo recordando sus propias vivencias.
-Nada grave entonces -sonrió, aplicándose el extraño ungüento para después pasárselo a Fraden.
Pese a asegurar al resto que aquella crema aceitosa era muy eficaz, tan solo la elfa del bosque confió en la palabra de su compañero y se esparció el potingue sin perder la mueca de desagrado. También perfumaron a los caballos, por lo que finalmente ellos cuatro pudieron avanzar con tranquilidad, sin preocuparse de los bichos.

***

Si el ritmo que llevaban a causa de los carros cargados ya era lento de por sí, cuando a medio día cruzaron la frontera y se internaron en el reino oscuro, los guardias redoblaron la precaución y su celo los llevó a ir aún más despacio. Fraden ya tenía asumido que tendrían que detenerse en el camino y acampar, pero quería dejar atrás cierta zona.
-No nos preparan ninguna emboscada -le dijo al jefe de la escolta.
-¿Y eso cómo lo sabes? -le espetó éste.
-Porque no es un buen lugar para tender una emboscada. El lugar adecuado es algo más adelante, y me gustaría dejarlo bien atrás antes de acampar para la noche.
Le echaron una mirada suspicaz, pero no le preguntaron nada al héroe de guerra. Continuaron adelante y al fin llegaron al estrecho cañón entre dos montañas, necesario para evitar dar un gran rodeo. Los guardias examinaron cada centímetro con sus agudas miradas, incluso los comerciantes buscaban peligros en la abundante vegetación. Por el contrario, Fraden iba con los ojos cerrados sobre su caballo, escuchando atentamente, con las manos dispuestas a empuñar las armas y la respiración contenida.
Morgana, que había vuelto a sentarse con la Princesa para aquella tensa ocasión, observaba atentamente a su marido, pues era mucho más fiable que escrutar los alrededores. Vio cómo rompía a sudar y tensaba los músculos, estaba sufriendo. Su esposa sabía que aquél era el lugar en el que, años atrás, en la última guerra, habían atacado a su compañía, habían matado a sus compañeros y se habían llevado a su superior, Nuriel, la hermana de Raphael, la mano derecha de Simariel. Morgana le echó un vistazo a cada recodo del camino y agujero, no buscando atacantes, sino preguntándose cuál de todos aquellos escondites habría salvado la vida a su marido.
Finalmente cruzaron el cañón sin problemas, nada más allá de algún susto a causa de algún animalillo trepando por lianas y haciendo caer alguna piedrecilla. Todos se relajaron significativamente y recuperaron el habla y la sonrisa. Incluso Fraden aflojó la tensión un poco, pero no se le fue la expresión de sufrimiento.
Dos horas después, en un claro junto al camino, montaron el campamentos. Los Fendoel se asentaron lo más cerca posible del carro de Elune, sin que resultara demasiado sospechoso, ya que quedaba patente que Morgana y la comerciante thesiana eran buenas amigas.
Alguien sacó una cítara y entonó una melodía que animó bastante a los viajeros, sin que dejaran de estar alerta. Morgana permaneció cercana a su marido, que llevaba horas lúgubremente silencioso, y le cogió de la mano con suavidad, para darle su apoyo. A escasos metros, la Princesa observaba la escena con ternura y preocupación. Tras dudar unos minutos, se decidió a acercarse más para poder hablar con ellos sin que los demás escucharan.
-¿Puedo sentarme con vosotros? -pidió antes de hacerlo.
-Claro, por su puesto que sí -exclamó Morgana con el tono de voz estupefacto de no creerse que su monarca le pidiera permiso para algo.
-¿Aquél era el lugar? -susurró con voz queda-. Nuriel me contó lo de la emboscada... Desde entonces no le gustan los lugares demasiado cerrados.
-Compresible... -musitó Fraden con los ojos perdidos en la oscura espesura.
-¿Cómo... te encuentras? -preguntó la Princesa un tanto preocupada.
-Bien... no son más que recuerdos. Aquello no puede volver. Me encargue de ello -prometió con un siseo tan frío y duro cómo sus ojos.
Al otro lado de su escalofriante mirada, Simariel pudo ver imágenes de violencia y dolor. Vio un ataque en aquel mismo cañón, los cadáveres de casi toda la compañía, cómo se llevaban a Nuriel a rastras y cómo Fraden, impotente se ocultó en un hueco estrecho. Vio una huida sin rumbo por la selva siendo perseguido por un licántropo enorme, y cómo el elfo encontró la forma de matarlo. Las imágenes se mezclaron en un caos de selva y sangre, perdido y con unas pintas espantosas, Fraden acabó con muchos oscuros. En algún momento encontró el campamento en el que retenían a Nuriel, a la que salvó tras crear una carnicería. Al fin, tras muchos días de verde espesura, se vio una ciudad, tal vez fuera Krots. Durante unos instantes, el rostro del ángel trajo algo de dolorosa calma a aquellos delirantes recuerdos, pero pronto desapareció y hubo más selva y más sangre y más... Un grupo de brujas dándole las gracias al Bhorram. Curioso.
-Elune... no mires en mi mente ahora... por favor.
-Sólo quería saber cómo fue la batalla y no andar preguntando en exceso.
-No fue ninguna batalla -musitó él-. En ningún momento.
Morgana abrazó a su marido y Simariel prefirió dejar el tema.
-Eh -llamó Essel desde su pelo-, el maquillaje está perdiendo efecto.
-Oh, sí. Disculpad, ahora vuelto, tengo que ir a... -se interrumpió al ver que Fraden se incorporaba de inmediato como un perro de caza-. Sólo voy a la calesa, enseguida vuelvo.
A salvo de las miradas del resto de la comitiva, el hada pasó de ser una lucecita a una diminuta señorita gruñona. El pelo de la Princesa volvió a ser completamente moreno, sin las delatadoras canas, y los ojos grises sin rastro de celeste. Después, Fraden le indicó que se echara resguardada por el carro, para que nadie surgido de la vegetación pudiera atacarla con facilidad.
-Contigo estaremos seguros -le dijo al elfo tras esparcirse de nuevo el potingue ahuyentador de bichos.
-Eso intento -contestó él antes ir a montar guardia en algún lugar donde quedó invisible.
Morgana le dedicó una cálida sonrisa a la Princesa y se tumbó junto a ella a pasar la noche.

***

Amaneció con un alba húmedo y bochornoso. Pocos eran los que habían pegado ojo durante mucho tiempo y había muchas ojeras, gruñidos y quejas por las picaduras. Aquella mañana el potingue que había comprado Morgana a una de las brujas triunfó mucho más, aunque continuó habiendo reticentes, ya fuera porque no tuvieran tantas picaduras o porque la sospecha y el olor fueran demasiado fuertes.
Rehicieron la columna escoltada y retomaron el camino con una mezcla de expectación y espanto. Fraden no tenía signos de haber pasado la noche en vela, pero Simariel no se lo imaginaba confiándose. Deseó que pronto pudiera descansar, aunque tal vez en Krots tampoco aflojara la tensión.
Y seguimos con el viaje de locos de unos luminosos hacia el reino oscuro. Y Bal no sabe que nada menos que Sil acaba de colársele en casa. Menuda sorpresa se llevaría e enterarse, ujijij.


Simariel es de :iconkastarnia:

Los Hamaldottir-Fendoel son míos, los padres adoptivos de Lynnae.

Comienzo

Siguiente: Quién sabe


Este relato es parte del universo de El Pacto de Arcania, actividad de :iconcuentos-por-colores:
Comments2
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Kastarnia's avatar
La cara que pondrá cuando se entere jurjurjur.

¡Malditos bichos! D: Los demás solo están celoso porque también quieren un poco de ese ungüento. xD

ASLdkfasjdfs Fraden! *3*