literature

Lirio de Sangre - Odisea 5.1

Deviation Actions

Cirkadia's avatar
By
Published:
692 Views

Literature Text

5. Falsas apariencias

Lo que no había conseguido el psicópata que la había intentado secuestrar, lo hicieron las palabras de Amanda y la incertidumbre de qué pasaría con Víctor: Casandra durmió fatal. Pasó más de una hora dando vueltas en la cama, repitiéndose sin cesar las frases y momentos de los últimos días. "¿Es que no te has dado cuenta de cómo te mira? Te mira demasiado. Creo que le gustas." La voz de Amanda resonaba en su cabeza planteándole una idea imposible. "Yo no puedo gustarle, no puedo gustar a nadie." "He pensado que estarías mejor en compañía femenina. Vuelve a tu cuarto. Déjame." Cambió de postura con brusquedad, tenía un terrible dolor de cabeza. "Víctor, si tienes algún problema, puedes contármelo." "Quizás después de la cena, cuando estemos solos en la habitación." Se colocó boca arriba, sopesando la remota posibilidad de que un bicho raro como ella pudiera gustarle a un chico mayor y guapo, quizás le hubiera puesto contra las cuerdas sin darse cuenta y él hubiera creído que tendría que declararse. "No, menuda chorrada, eso es imposible." Se tapó la cabeza con la sábana y apretó los párpados. "Eso es imposible, es total, absoluta y necesariamente imposible. Yo no…. ¡Además desde el primer día! Esto todo es un invento de Amanda para vengarse de mí." Pero no conseguía convencerse del todo, porque se había dado cuenta de las miradas de Víctor, aunque ella las había interpretado como muestras de ánimo por encontrarse en un mundo extraño, de orgullo por demostrar de lo que era capaz y de comprensión porque los dos ocultaban buena parte de ellos mismos. Seguro que aquella pija veinteañera las había malinterpretado y reducido a un "le gustas". "Pero, y si…" Dio la enésima vuelta en la cama, arrastrando la sábana y dejando la espalda al descubierto.
No lo soportaba más, ella no entendía de aquello, no conocía las señales y no comprendía los motivos. Había pretendido ser amiga de alguien que su intuición había identificado como un extraño espécimen capaz de comprenderla y ahora se encontraba metida en aquel lío. "Tienes unos ojos bonitos" la voz de Amanda se repitió en su desquiciada mente. Quizás Víctor hubiera visto en sus ojos más allá de su fachada y… pero, ¿cómo iba a gustarle la chica retorcida, oscura y rencorosa que se consideraba?
Bufó asqueada, si seguía así, se volvería loca, más todavía. Actuó antes de poder pensárselo dos veces, sabía que si lo hacía, su cobardía y su raciocinio no le permitirían salir de la habitación. Cerró la muñequera vampira, que brilló con un fulgor rojizo, y activó el fino anillo de plata. Una luz fantasmal nació de él, se derramó por su mano y cubrió los objetos cercanos con su pálido brillo irreal. Retiró la arrugada y retorcida sábana y bajó las piernas de la cama, mientras controlaba que su compañera no se despertara. Se calzó las botas, echando una rápida lazada a los cordones para no pisárselos, se levantó y atravesó la habitación con el mayor sigilo posible. Salió al pasillo dejando la puerta entreabierta y recorrió el pasillo, inquieta por encontrárselo solitario y bañado por la luz espectral que nacía de usar su sangre como combustible.
"¿Qué pretendes hacer?"
"Nada" se dijo cuando se plantó frente a la habitación 203. Suspiró. No tenía ganas de volver a su cuarto, de modo que se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared junto a la puerta. Dobló las rodillas y golpeó la frente contra ellas. Lo peor de todo era que recordaba a la perfección lo que había pensado el primer día que conoció a su escolta, que Víctor era un rompecorazones que cada noche se llevaba una chica a la cama, que acabaría liándose con Amanda y que jamás sentiría nada por él, ni él por ella. "Me he confundido de lleno, joder." El joven de ojos grises no parecía mala persona, empezaba a barajar la posibilidad de que hubiera malinterpretado la escena ocurrida en Niende, quizás la camarera fuera una de esas chicas terriblemente controladoras y celosas. Víctor podría ser una pobre víctima incomprendida por culpa de la discriminación positiva que había hacia las mujeres. Quizás él estuviera sufriendo y además tuviera que soportar que creyeran que era un cabrón…
Bostezó. El sueño había decidido invadirla en aquel pasillo de pesadilla, pero ella no quería volver aún. Bostezó de nuevo. Se sentía culpable por haberle incriminado sin conocer la historia. Los párpados se le cerraban sin remedio. Quería demostrarle que era de confianza, daba igual lo que le atormentara. Su cabeza cayó sobre las rodillas, esta vez de forma involuntaria. Las piernas se le aflojaron y quedaron extendidas todo lo largas que eran, por lo que su cuerpo se dobló todavía más hacia adelante, antes de caer a un lado como un saco. No sintió el golpe porque estaba demasiado adormilada. Se dio cuenta de que aquello no era normal y se preguntó quién le había lanzado un hechizo, pero sus neuronas no trabajaban tan bien como ella quisiera.
Pasaron los segundos, minutos u horas, Casandra no podía saberlo. El sueño la arrastraba cada vez más a las profundidades de su reino y ella no tenía las fuerzas necesarias para nadar hasta la superficie. Entonces sintió unas manos tocándola y, desde algún lugar lejano, se preguntó quién sería el depravado de turno. Notó cómo la cogían en volandas y la dejaban sobre una superficie mullida y cálida. "Tengo que despertar. Vamos, despiértate, maldito cuerpo." Notó cómo le sobaban el brazo izquierdo y, después, las piernas. Hizo un esfuerzo y consiguió mover los dedos.
–Menos mal, sigues ahí –le dijo una voz masculina desde muy cerca, conocía aquella voz.
Un líquido fresco le rozó los labios y su cuerpo bebió con avidez. Después del segundo trago, identificó el agua.
–Despierta, Casandra, despierta.
Poco a poco se dio cuenta de que tenía las piernas en alto, que la superficie mullida era una cama deshecha y que su cabeza descansaba sobre el regazo de la persona que le daba de beber.
–Sé que me oyes.
Claro que conocía aquella voz. "Oh, Dios, ¿Víctor?" Allí estaba él cuando abrió los ojos. Quiso decir algo, pero él le metió en la boca una onza de chocolate, que paladeó notando cómo su mente se despejaba de golpe.
–¿Qué…?
–Que qué ha pasado –le sonrió con amabilidad cogiéndole el brazo izquierdo–. Esto es lo que ocurre cuando dejas que un vampiro te muerda durante la noche.
–¿Cómo?
Él le señaló la muñequera, ahora abierta. La había dejado activada quién sabe cuánto tiempo.
–No pensaba que fuera… a chupar tanto…
–Diego acertó al dártela, pero tendría que haberte explicado las precauciones –dijo apartándole un mechón de la cara.
–Supongo que, por ejemplo, no dejarla activada mucho tiempo.
–Sí. Menos mal que la tienes fijada en bajo rendimiento –le dio de beber de nuevo.
Casandra le observó con calma y los ojos desenfocados, estaba despeinado, ojeroso y con la barba oscureciéndole el rostro, desaliñado, con la camisa muy arrugada y, si se fijaba muy bien, tenía los ojos enrojecidos. Sonrío como una tonta al pensar que sus "amigas" dirían que parecía un vagabundo, pero ella adoraba esa dejadez de trotamundos. Podía ser que aquellos pensamientos fueran por la pérdida de sangre, por suerte, la misma anemia le impedía sonrojarse o turbarse si quiera. Simplemente estaba a gusto con la cabeza sobre sus piernas.
–¿Tiene una posición de alto rendimiento? –preguntó sin dejar de mirarle a los ojos.
–Sí, pero prométeme que no la utilizarás –le dio otra onza de chocolate.
–¿Podría hacer luz más brillante?
–De eso se trata, pero consumiría tu sangre mucho más rápido.
–Entonces no puedo prometértelo –dijo con una sonrisa traviesa–, puede que algún día una gran llama me salve de un psicópata.
–Supongo que tienes razón –suspiró quitándole la muñequera.
Iba a quejarse, pero se dio cuenta de que pretendía mostrarle los misterios del artilugio vampiro.
–¿Ves esta pestaña? –señaló una de las plaquitas plateadas que estaba incrustada en el interior de la muñequera negra.
Casandra asintió.
–Si la levantas –utilizó la uña para hacer palanca, incrustándola en una nueva posición–, los pinchos se esconden y, si bajas las tres pestañas… –nueve pinchos aparecieron formando un cuadrado que quedarían sobre las venas de la muñeca.
Ella tragó saliva al imaginarse aquella mini dama de hierro clavada en su carne.
–Supongo que algún día tendrás que probarla, pero no mientras estemos de viaje.
–Vaya, me imaginaba el mordisco de un vampiro un poco más… –no quería decir "romántico", tendría que dar explicaciones de qué tipo de romanticismo hablaba para que no hubiera malentendidos– emocionante.
–Pues considera que has tenido suerte, una sanguijuela que no te haga daño es una bendición –bromeó, pero sus ojos, como siempre, no sonrieron.
–Porque tú me lo has quitado de encima –empezaba a espabilarse y, junto con ello, a sentir vergüenza por estar apoyada en sus piernas, pero se obligó a permanecer así un poco más–. Entonces es verdad, existen.
–Existen, por eso Amanda está tan alterada contigo.
–Pensaba que no eran más que supersticiones.
–Me refería a que te tenga miedo a ti. Aunque es de comprender, con tu personalidad y hacia dónde vamos…
Casandra quería preguntarle más cosas sobre vampiros, pero viendo que él le respondía sin tapujos, aquello era secundario, ya lo haría otro día.
–Víctor… ¿por qué cambiaste la habitación con Amanda? –interrogó con un susurro.
Él suspiró.
–Por favor, no me digas lo de la compañía femenina –se le adelantó.
–Eres muy lista.
–No soy lista, soy inteligente –respondió automáticamente–. En realidad, sé identificar el dolor.
El joven se puso muy serio.
–¿Y qué crees que me pasa?
–No soy tan buena como detective, por eso lo pregunto.
–No me pasa nada –dijo con dureza.
–Ha dolido, ¿verdad? Querer decirlo, pero preferir callar.
–Ya vale –hizo ademán de quitársela de encima.
Entonces Casandra hizo algo que jamás había hecho ni se hubiera atrevido a pensar hacerlo, se arrodilló en la cama y, mirándole a los ojos, se quitó la máscara, dejó que la fachada de niña alegre y buena se desmoronara delante de él mostrándole su interior atormentado. Funcionó, porque Víctor se quedó paralizado.
–Sé que lo más probable es que no conozca lo que te tortura –dijo con voz grave, observándole con la mirada muerta, pero que también transmitía su soledad–. Sé que es presuntuoso por mi parte creer que podré comprenderlo, pero prueba a contármelo, por favor. Te sorprendería saber lo que he llegado a sufrir, pensar y desear.
Sostuvo la mirada de Víctor, no había sorpresa en sus ojos por haber visto cómo su fachada se disolvía, sólo una terrible duda sobre si hablar o no. Casandra esperó paciente, lo bueno que tenía su retorcida alma era ser paciente e imperturbable, sin tener que estar fingiendo ser una quinceañera medianamente normal (o por lo menos cuerda), podía clavar su penetrante mirada en las pupilas del joven intentando descifrar su alma.
Víctor suspiró, durante un segundo dio la impresión de que cedería y le confiaría sus secretos, pero se inclinó hacia adelante y le besó en la frente al descubierto.
–Morpheus –le susurró dulcemente.
–Traidor –murmuró ella, cayendo entre sus brazos.
–No te preocupes por mí, mejor preocúpate por lo que esconde Amanda –fueron las últimas palabras que oyó antes de caer en un profundo sueño.


–Venga, arriba, dormilona.
Casandra despegó los párpados, que parecían unidos por un pegamento extra fuerte y se restregó los ojos mientras bostezaba, se estiraba y ponía en marcha su cerebro. Lo primero que pensó fue en la maldita manía que tenía la gente de levantar las persianas con intención de despertarla, pero que más bien parecían querer cegarla y regodearse en su fotofobia matutina. Ya no se preguntaba si estaba en el lado de la Frontera llena de cabrones o en la que estaba llena de cabrones y se lo pasaba bien. Reconocía los cómodos vaqueros grises que le había regalado Mélifer, que habían hecho las veces de pijama aquella noche, y la voz cantarina celebrando que hacía otro día más de sol en aquella tierra amarilla que tanto le gustaba. Añoraba las montañas verdes y que cada vez que respiraba tragara medio litro de agua, en vez de resquebrajársele la nariz por dentro. Seguro que no tardaría mucho en sangrar como si se hubiera topado con un furioso Apocalipsis.
Pero lo que sí se preguntó aquella mañana fue si su encuentro nocturno con Víctor había sido real, lo tenía tan difuso que bien podía tratarse de un extraño sueño surgido de la ocurrencia de Amanda. "Mira que decir que yo le gusto" refunfuñó mentalmente, colocándose de lado con un segundo bostezo que abrió su boca más que el túnel del metro y la dejó aturdida. Entonces se fijó en que la muñequera azabache estaba en la mesilla. "Seguro que la ha dejado ahí para que no dude si fue un sueño o no" se dijo con una leve sonrisa, pero, al recordar que él la había dormido, la borró por completo. "Maldito, otro que apunta maneras de FOBOS, si es que mucho detestarles, pero al final utilizan sus métodos: asustar al personal y dormirme cuando se cansan de hablar conmigo." Bufó, se levantó con pesadez, se puso las gafas y después la muñequera. Estaba coleccionando multitud de puntitos rojos, los ignoró, mientras no se infectaran le daba igual parecer una yonqui.
–Te voy a poner vendas nuevas antes de bajar a desayunar –le dijo Amanda cumpliendo el ritual de colocarse las voluminosas pulseras que se quitaba cada noche, de las finas no se desprendía jamás.
Asintió con los ojos entrecerrados por el sueño, rascándose el cuero cabelludo. No parecía que su compañera de cuarto estuviera resentida por lo que le había dicho la noche anterior. "No será rencorosa" se dijo lavándose la cara.
"Tú sí" le recordó el diablillo.
–Me sorprende que ayer pasáramos el día completo sin encontrarnos con ningún Doberman –comentó desenrollando la venda usada, que estaba blanqueada en torno a la muñeca.
Casandra dibujó una sonrisa y trató de mover la articulación, pero Amanda se lo impidió.
–No la muevas, por si acaso –se apresuró a envolver su antebrazo en vendas completamente negras–. Esa sonrisa… ¿tú te encontraste con alguno?
Asintió y se puso en pie en cuanto su compañera terminó la cura.
–Eh, ¿cuántos?
Casandra levantó dos dedos, aquella mañana no tenía ganas de hablar. Las respuestas flotaban por su mente, pero el sueño se la ralentizaba. Se encaminó hacia la puerta y puso la mano en el pomo.
–Pero si no me enteré de nada, la gente actúa normal, no como cuando se presentan.
Trazó una sonrisa maliciosa y, dándole la espalda, el deseo de demostrarle lo estúpida que era pudo con la apatía mañanera.
–¿Acaso los FOBOS dejan de serlo cuando se quitan el uniforme? –preguntó con voz cascada abriendo la puerta.
–¡¿Eh?! –David, que estaba pasando por el pasillo, se sobresaltó.
–Yo normalmente saludaría con un "buenos días" –intervino Víctor con tono jocoso desde la puerta de su habitación–, pero supongo que una pregunta trampa también sirve.
A punto estuvo de saludarle con una sonrisa, pero se contuvo a tiempo, le dedicó un fugaz asentimiento al rubio e ignoró con descaro al joven de ojos grises. "Yo sí que soy rencorosa". Bajó las escaleras apretando los puños, era la primera vez que se había quitado la máscara frente a alguien, la primera vez que desnudaba su alma y se mostraba tal y como era. ¿Y qué había hecho él? Dormirla. "Maldito cobarde, traidor". Estaba claro que no lo volvería a hacer, y que se lo haría pagar.
Entró en el salón comedor con paso firme. Se trataba de otro desayuno buffet donde la comida estaba dispuesta sobre largas mesas y los clientes llamaban a lo que querían desde la comodidad de sus asientos. "Menuda panda de vagos" pensó cogiendo un tazón de leche para llenarlo de cacao en polvo hasta arriba. Sujetó una cuchara sopera entre los dientes y con la otra mano se hizo con un cuenco de cereales que tapó con dos tostadas. Se aposentó en la primera mesa que encontró, pasando de todo y de todos. Pero sus oídos captaron las risitas a las que ya estaba acostumbrada. Levantó la vista con disimulo y les vio, un grupo de adolescentes que la miraban directamente a ella, esta vez no había sido su paranoia persecutoria. Ahogó los cereales con saña, sin piedad, deseando hacer lo mismo con sus vecinos de mesa.
–Eh, chica gótica –l llamaron entre risitas.
Engulló sus cereales empapados nadando en la cuchara.
–Chica gótica, hablamos contigo.
"¿Gótica?" se miró el cuerpo. "Lo dirán porque visto de oscuro y estoy pálida." Odiaba cómo conseguían que aquella palabra sonara como un término peyorativo en sus labios.
"¿Y no vas a hacer nada? ¿Vas a tragar como siempre?"
–Eh, chica gótica –un adolescente bravucón se levantó de su asiento para acercarse a ella–, ¿por qué has cogido las cosas con las manos?
–¿Hay algo que lo prohíba? Las tengo para algo.
Su respuesta fue seguida de más risitas estúpidas, que la arrastraron de vuelta a su pueblo.
–¿No sabes que con llamar a la comida que quieras, vendrá?
Casandra bajó las manos al regazo, ya veía dónde estaba el problema. "¿Os creéis muy guays con vuestros hechizos para vagos?" Cerró la muñequera y activó el anillo del dedo corazón. Deseaba cortar toda la magia de aquellos magos de pacotilla.
–Lo sé, pero no quiero. No soy una inútil –dijo agresiva.
–No será que eres "del otro lado" y no sabes cómo se hace –el chico se sentó frente a ella y quiso coger una tostada, pero ella le pegó con la mano izquierda, rozándole con la uña del dedo corazón.
–Lárgate.
–Eh, relájate, chica gótica, te enseñaré cómo se hace.
Ella inspiró hondo y con un movimiento brusco le agarró por el cuello de la camiseta, como lo había visto hacer en cientos de películas, aunque su verdadera intención no fuera intimidarle.
–Lárgate –repitió antes de soltarle, al ver que muchos de los adolescentes se habían puesto en pie, y le rozó en el cuello.
–Tranquilos –les dijo a sus compañeros–, es normal que una pobre transfronteriza esté perdida en nuestro mundo. Voy a enseñarte cómo se piden unas tostadas –añadió condescendiente.
–Sí, porque necesitas unas nuevas –dijo otro adolescente, con demasiados músculos para su edad, estrujando las dos que ella había cogido y tres chicas rieron como tontas.
Casandra no dijo nada, esperaba expectante.
–Es muy fácil, hasta tú podrás comprenderlo –continuó el adolescente bravucón–. Se dice "tostadas" –pronunció alto y claro– y las tostadas vienen.
Pero nada acudió flotando y ella alzó las cejas.
–¿Qué pasa? ¿No quedan? –preguntó extrañado.
–Pero qué dices, quedan un montón –dijo el musculado.
Casandra torció una maliciosa sonrisa, tremendamente complacida.
–Tostadas –volvió a intentarlo–. Leche –nada ocurrió–. Azúcar. Café.
–¡Tú! ¿Qué le has hecho? –el fortachón le puso una manaza en el hombro.
–Aclaradme una duda, ¿me llamáis "chica gótica" porque llevo una sudadera negra de los FOBOS? –preguntó quitándose de encima la manaza al tiempo que notaba cierto temblor en ella.
–¿FOBOS? –repitió el chico, ya no tan bravucón.
–Sí, esos tipos que van con uniforme negro y están tarados. Incluso vosotros deberíais conocerles –aprovechando la conmoción, empujó al fortachón para alejarle de ella y, de paso, cortarle la magia en el costado y el otro brazo–. Soy su protegida –amplió la sonrisa hasta que le dolieron las comisuras, pero se lo estaba pasando demasiado bien–. ¿Y sabéis por qué? –clavó las uñas en el brazo del ex bravucón que todavía podía realizar hechizos–. Porque elimino la magia de mi alrededor. Te he dicho que te largaras, pero no me has hecho caso –una risita malvada surgió de su garganta, haciendo que se convulsionara sentada en la silla.
–¡Devuélvemela, zorra de mierda! –el bravucón volvió en sí y se abalanzó sobre ella.
Casandra le esquivó a él y al pequeño armario empotrado, se puso en pie escudándose tras la silla y les lanzó una mirada desafiante.
–Cuanto más me toquéis, más os tardará en volver la magia, vosotros veréis –advirtió volviendo a reír malévolamente.
–¡Cógela! –ordenó el bravucón, pero el adolescente musculado no se atrevía a obedecer.
–¿Qué pasa? ¿Sin magia no sois nada?
Aquello fue demasiado para el fortachón, que se embaló contra ella. Casandra levantó la silla agarrándola por el respaldo y le golpeó en el estómago. "Le di con un candelabro a un psicópata, vosotros no sois nada" se dijo mientras les gruñía como un gato enfurecido.
–Señorita, le agradecería que dejara de armar jaleo y se marchara –dijo un empleado del hostal cortando la pelea.
–Y yo os agradecería que me dejarais desayunar tranquila –le soltó ofendida, con intención de volver a sentarse.
–Váyase, por favor –le agarró por el brazo vendado.
–Suéltame –fue un gustazo para ella tener la excusa perfecta para cortarle la magia al deshacerse de su agarre–. Me iré cuando haya desayunado.
–No, váyase ahora –chascó los dedos.
Casandra le ignoró, si algo tenía que haber ocurrido, fue una incógnita para ella, porque el empleado acababa de descubrir que no podía realizar hechizos. Le lanzó una mirada dura y se sentó para continuar desayunando. La leche se había quedado fría y los cereales se habían ido al fondo.
–¿No has oído que elimino la magia de los que me rodean? –se bebió el cacao con tropezones de un trago, acababa de darse cuenta de que el comedor estaba en silencio por su culpa y se sintió terriblemente avergonzada–. Me iré en seguida, pronto vendrán a recogerme –miró las tostadas espachurradas con asco y se levantó a por más.
Los murmullos crecieron a su alrededor, que era una protegida de los FOBOS, que los Dobermans aparecerían allí, que lanzaba maldiciones supresoras de magia… Se comió una tostada de pie y a palo seco, controlando las ganas de salir corriendo, se suponía que controlaba la situación, pero aquello era nuevo para ella.
–¿Es que no sabes pasar un solo día sin meterte en líos? –le gruñó Diego desde el otro extremo del comedor.
–Buenos días, Capitán –saludó sintiéndose salvada y se encaminó hacia él.
Los susurros cambiaron de objetivo. "¿Capitán? ¿Es un Capitán de FOBOS?" se preguntaban unos. "Pero si no lleva uniforme" decían otros. "Ah, ¿pero pueden ir sin uniforme?" El silencio volvió cuando Diego les lanzó una mirada fulminante y Casandra se repitió que, dijera lo que dijese, encajaba muy bien en el papel de Doberman. En el vestíbulo se encontró con el resto, a los que evitó mirar a la cara por vergüenza.
Después de recoger el equipaje, salieron a la calle en un incómodo mutismo. El cincuentón les hizo detenerse frente a la comisaría del pueblo, desmontó y se perdió en su interior durante escasos dos minutos.
–¿Qué has ido a hacer ahí? –le preguntó extrañada Amanda cuando salió.
–Dejar algo en objetos perdidos –respondió, de nuevo sobre su caballo.
–¿Chatarra? –probó Casandra y recibió un asentimiento como respuesta.
–¿Qué sabéis vosotros dos que nosotros ignoremos? –interrogó Víctor mientras salían del pueblo.
–Anoche le requisé a un tipo violento un arma de fuego importada ilegalmente –aclaró el Capitán poniéndose a la cabeza de la comitiva.
–¿Requisaste? –repitió la veinteañera como si pensar en ello le diera nauseas.
–Un borracho me amenazó con una pistola fuera del hostal y Diego se la quitó –intervino Casandra.
–¿Y, por un casual, los tiros que se oyeron anoche estaban relacionados con vuestra pequeña aventura? –planteó el joven de ojos grises.
Los dos implicados callaron.
–Entonces, ¿has dejado el arma en la comisaría? –dijo David, algo no le encajaba–. ¿Tan rápido, no te han tomado declaración ni nada?
–Hay sitios donde mi nombre sirve de algo todavía.
–¿Tu nombre? –Amanda estaba cada vez más molesta y la más joven de ellos no comprendía por qué, pero empezaba a sospechar que ambos ocultaban algo interesante.
Pero Diego la ignoró y se dirigió a ella.
–Creo que cometí un error al darte esa muñequera.
–¿Eh? ¿Por qué? ¿Es por la que se ha montado en el hostal? –preguntó abochornada.
–La que has montado –le corrigió el Capitán.
–¿Qué querías que hiciera, quedarme quieta sin hacer nada?
–Por ejemplo.
Casandra apretó la mandíbula.
–Eso no sirve de nada, lo sé muy bien –dijo entre dientes.
Diego se giró hacia ella con su habitual semblante duro y frío, pero pareció pensárselo mejor, seguramente porque ella tenía peor cara.
–Tendrías que procurar pasar desapercibida –le recomendó suavizándose un poco, pero la joven, que llevaba viajando con él casi una semana y empezaba a conocerle, percibió el considerable cambio–, tú no tienes el poder de un FOBOS.
–Ya lo sé –bajó la cabeza. "Ya sé que soy una completa inútil y eso me enrabieta"–. ¿Pero qué hubieras hecho tú en mi lugar? Seguro que sacarle los revólveres.
Para su asombro, el Capitán hizo un gesto ambiguo, aceptándolo a regañadientes.
–No los hubiera sacado, pero sí que les hubiera puesto en su sitio –admitió antes de encabezar de nuevo la comitiva.
Casandra sonrió levemente durante un par de segundos, no sabía cómo, pero estaba ablandando al viejo amargado. Se apuntó el dato de que, para él, sus armas eran tan naturales como sus pulgares, y que hablar sobre ellas conseguía que se relajara. Ya sabía por dónde atacar al pistolero.
Aquel día las nubes ocultaban el sol de vez en cuando, para alivio de Casandra, enfundada en la sudadera negra, que la aislaba en parte del calor, y empeñada en ignorar a Víctor. Había decidido que aquella sería su venganza, no dirigirse a él ni prestarle la más mínima atención, esperaba poder aguantar por lo menos hasta la tarde.
–Una pregunta –dijo después de cabalgar durante horas, cansada del silencio en aquella llanura amarillenta–. ¿Quién es el doctor Kreuz?
La marcha se detuvo al instante y todos se volvieron hacia ella.
–¡¿Dónde has escuchado ese nombre?! –interrogó Diego con agresividad.
–Eh… yo he preguntado primero.
–Kreuz es un fugitivo, está en búsqueda y captura desde que se escapó de Redención –respondió Amanda.
–¿Redención es una cárcel?
–La peor –informó David–. Allí mandan a los peores y, que yo sepa, no se había escapado nadie hasta hace dos años.
–¿Y por qué mandaron a Kreuz a la cárcel? –preguntó preocupada, recordando cómo los dos FOBOS de paisano le habían comentado que la llevarían con el doctor para que mirara si tenía supresores de magia.
–Experimentación –dijo la veinteañera con cierto reparo, estaba claro que le temía.
–Yo escuché que le hicieron una encerrona, que se enemistó con quien no debía –rebatió el rubio.
–Quizás, pero no me puedes negar que experimentaba con humanos –añadió ella.
–Pero no era tan cruel como Blackbridge…
–¡Otro que anda suelto después de escaparse de Redención!
Casandra entrecerró los ojos, Diego y Víctor no participaban en la conversación, por sus miradas fijas en el suelo o en el horizonte dedujo que no era que no supieran nada sobre él, sino todo lo contrario, sabían algo y no lo querían decir.
–Entonces… ¿cómo de peligroso lo consideráis? –preguntó sin dejar de estudiar a los dos mudos.
–No es que vaya masacrando, pero yo preferiría no encontrarme con él, no vaya a querer experimentar conmigo –admitió David.
–¿A qué viene tanto interés por un delincuente? –interrogó Diego.
–Bueno… es que he leído que se le ha visto por la zona y como tengo la suerte de encontrarme con todo lo peligroso… –mintió descaradamente, tenía un nudo en el estómago, estaba segura de que llegaría el día en que los FOBOS la arrastrarían a su consulta clandestina.
–¡¿Por la zona?! –exclamó Amanda–. ¿Dónde exactamente?
–Eh… Entre Ritara y… Sirán –improvisó sobre la marcha dando los únicos nombres de ciudades cercanas que conocía.
–Tan cerca de Redención… está chalado –murmuró el Capitán–. ¿Dónde lo has leído? –continuó con su frío y suspicaz interrogatorio–. Anoche no te vi con ningún periódico, ni esta mañana. Pero te he visto hablando con dos FOBOS.
"Pillada. Puedo decir la verdad o…"
–¿Cuándo? Pero si no vi a ninguno –intervino David.
–Iban de paisano –respondió Casandra antes de volverse hacia Diego–. Pues sí que cogí un periódico, después de que volviéramos al hostal.
No le apetecía que le dijeran que dejara de verse con los Dobermans porque ellos quisieran llevarla ante un fugitivo. Además, si cada uno de sus compañeros ocultaba algo, ella también podía hacerlo. Continuaron la marcha, un poco resentidos por la tensa charla.
–Pero… anoche no tenías ningún periódico en la habitación –le susurró Amanda.
–Salí mientras dormías, tenía insomnio –aclaró, sin mentir del todo esta vez.
Entonces se dio cuenta de que Víctor le había escuchado, esperó que dijera "No tenías ningún periódico cuando te recogí inconsciente en el pasillo" y ya estaba preparada para responderle, pero él no dijo nada, parecía dolido. "Quizás me esté pasando con la venganza… bah, que se aguante un rato más, que yo desnudé mi alma."
Comieron en un pueblo en mitad de la nada. Amanda dedicó cada minuto a buscar en todos los periódicos y revistas cualquier noticia sobre que el Doctor Kreuz hubiera sido visto en las proximidades, mientras la transfronteriza miraba a otra parte. Al final, el tema de las revueltas por la ley y la polémica oposición de los FOBOS atrajeron la atención. Todo giraba alrededor de aquella ley, aunque de vez en cuando destacaba alguna noticia sobre nuevos portales ilegales descubiertos y la detención de unos cuantos chatarreros.
–¿Qué son los chatarreros? –preguntó, creía recordar a Leza diciendo que tenía que ir tras uno de los gordos.
–Gente que pasa cosas de tu lado al nuestro a través de portales clandestinos –explicó Víctor–, sin ningún permiso ni control.
–Ah –respondió con sequedad, haciendo un esfuerzo por continuar con su venganza, que cada vez le dolía más mantener. "Sólo un poco más, que se entere de lo que me he molestado, que se dé cuenta de que no me sincero con cualquiera–. ¿Qué tipo de cosas? –le preguntó a Amanda.
–Pues… cacharros mecánicos, metálicos o de esa sustancia… como tus gafas.
–Plástico –aclaró Diego.
–Eso. Que funcionan quemando combustible o con electricidad, como la de los rayos –continuó la veinteañera.
La sonrisa reprimida de Casandra iba abriéndose camino hacia sus mejillas, no lo podía evitar, era muy gracioso que le hablaran así.
–Últimamente están de moda unos trastos grandes –añadió David–, con dos ruedas y que…
Le interrumpieron las carcajadas de la transfronteriza.
–¡¿Motos?! –se dio cuenta de que había gritado y bajó la voz–. ¿Pasan motos a este lado de la Frontera?
–Mírala, se le han iluminado los ojos como a los chatarreros –comentó Amanda con sorna.
–Yo quiero una, son tan bonitas…
–¿Bonito un trasto ruidoso y sucio? –le discutió el Capitán.
–Pues sí, precioso. Con sus tubos brillantes, el ronroneo cuando se enciende… Quiero una Harley-Davidson, por supuesto… Aunque vosotros no sepáis de qué estoy hablando.
–¿No te dije que de vez en cuando cruzo la Frontera? –le recordó el mayor de ellos–. Sé de lo que hablas, pero sigo pensando que son horribles.
Ella se encogió de hombros, le daba igual lo que pensaran.
–En Ergat las hay a patadas –intervino Víctor.
–Sí, es verdad, cualquier banda que se precie tiene lo menos una moto –corroboró David.
–Un momento, ¿vosotros habéis estado en Ergat? –preguntó Amanda extrañada.
–Sí, por negocios. Odio esa ciudad –gruñó el joven de ojos grises.
–Yo por trabajo… o por ocio, según se vea –bromeó el rubio.
–No, en serio, ¿qué hacías tú allí? –le insistió la joven.
–Ganarme la vida –respondió David.
–¿Cómo? –interrogó Diego.
El chico de ojos aguamarina dudó unos segundos, se buscó en los bolsillos y sacó una baraja muy usada que dejó sobre la mesa.
–Jugando –respondió un tanto incómodo–. Allí las apuestas y las timbas donde se juegan millones no están prohibidas.
–¿Eres un jugador de Ergat? –Amanda era incapaz de creérselo.
–Ahora es cuando le explicáis la situación a la ignorante –recordó Casandra.
–Ergat es una ciudad sin ley, muchísimo peor que los bajos fondos de Dirdan –fue Víctor quien se encargó de las aclaraciones, para su fastidio–. Abundan las bandas, las mafias lo controlan todo, la policía está corrupta, tiene el índice de criminalidad más alto de toda Europa…
Se sobresaltó, era el primer nombre conocido que oía pronunciar desde que había cruzado la Frontera. Entonces, ¿seguía en el mismo continente… aunque todos los puntos cardinales estuvieran del revés?
–Todos los días aparecen un par de muertos y se dan una docena de desapariciones –siguió el joven con el que estaba enfadada–. Y éste –señaló a David– va a los tugurios a jugarse los auris y la vida.
–Eh, ¿y tú qué clase de negocios has tenido allí? –contraatacó el aludido.
–Sicario –le respondió Víctor con una seriedad estremecedora, pero en seguida se echó a reír–. No, en serio, es mejor que no lo sepas –añadió medio en broma.
Casandra se recostó contra el respaldo de la silla, contemplando con renovado interés a su escolta. Poco a poco se iban desvelando los misterios y aquellas cuatro personas le divertían cada vez más. Un pistolero cuyo nombre tenía cierto peso, una chica que podía parecer tonta a primera vista pero que se dedicaba a colocar localizadores, un joven que se negaba a desvelar sus secretos y un jugador que se ganaba la vida en una ciudad sin ley. Al principio le había tomado por un simple cobarde inútil, pero ahora se daba cuenta de que escabullirse, pasar desapercibido cuando quisiera y que el adversario se confiara por subestimarle eran buenas técnicas para un jugador empedernido, había visto unas cuantas películas al respecto. "Perfecto, esto cada vez me gusta más." Entrelazó las manos, complacida.
–Pero… ¿cuántas veces has estado en Ergat? –insistió Amanda, mientras se levantaban para salir del restaurante.
–Un puñado de veces –respondió el rubio guardándose la baraja.
–¿Y cómo consigues sobrevivir? No es por ofender, pero… no pareces gran cosa.
–Las apariencias engañan –dijo con una amplia sonrisa–. No, en serio, no tengo poderes guays, ni siquiera sé hacer buenos hechizos –se encogió de hombros–. Consiste en saber dónde y con quién no hay que meterse, en no llamar la atención y tener siempre un as en la manga.
–Amigos también, supongo –intervino Víctor.
–Sí… alguno que otro… –el rubio se subió a su caballo antes de que pudieran preguntarle nombres.
–Ya entiendo por qué le han puesto en la escolta –le susurró Amanda a la escoltada.
Casandra asintió, sí, no estaba mal tener a un listillo en el grupo. "¿Y tú qué eres?" le preguntó mentalmente recordando lo que le había dicho el joven con el que se esforzaba por mantenerse enfadada, Mejor preocúpate de lo que esconde Amanda "¿Qué escondes y cómo lo sabe Víctor?" Las preguntas se le acumulaban y el viaje, sin contar los problemas en los que se metía por los FOBOS, era cada vez más excitante.
Dedicó la tarde a analizar cada una de las frases de la veinteañera y estudiar sus gestos de reojo. Había algo en ella que no le cuadraba, muchas veces sus comentarios insustanciales la ponían de los nervios, pero de vez en cuando decía cosas interesantes, se notaba que había visto mundo, conocía todo lo que sus compañeros mencionaban (excepto lo que decía ella misma) y utilizaba argumentos razonables en las discusiones. "Es como si fuera lista, pero prefiriera aprovecharse de su físico para camuflarse." Inclinó la cabeza a un lado, considerando seriamente la posibilidad de que Amanda en realidad fuera una gran hechicera u otra jugadora de Ergat. O espía, vistos los localizadores.
Cuando se cansó de observar a su compañera, hizo otro tanto con David. Cara aniñada, ojos aguamarina siempre luminosos, una eterna sonrisa en los labios, aunque fuese de nerviosismo. Su mirada comprobaba los alrededores de continuo, dándole el aspecto de un ratoncillo asustado, y analizaba bien a todos los viajeros con los que se encontraban de frente o les iban a adelantar. En ciertas ocasiones se acercó descaradamente a Diego y se volvió a alejar cuando los viajeros estuvieron lejos. "Busca la protección del pistolero, por si acaso."
Poco después no pudo hacer nada más que bajar la cabeza y dejarse llevar por Tempestad. Tanto sol le estaba sentando fatal, estaba segura de que se le pelarían la cara y las manos (lo único que llevaba destapado), si es que no se caía de la yegua por una insolación. De hecho, su montura parecía estar igual de desganada.
Penúltimo capítulo de los que subiré al DA con alegría.

Una cosa está clara, en Lirio la gente no suele ser lo que parece.

El título va en honor a cierta peli :3

1º capítulo: "El visitante"

Lirio de Sangre - Odisea 1.1 [link]
Lirio de Sangre - Odisea 1.2 [link]

2º capítulo: "Bloqueada"

Lirio de Sangre - Odisea 2.1 [link]
Lirio de Sangre - Odisea 2.2 [link]

3º capítulo: "Arcano XIII"

Lirio de Sangre - Odisea 3.1 [link]
Lirio de Sangre - Odisea 3.2 [link]

4º capítulo: "Mal bicho"

Lirio de Sangre - Odisea 4.1 [link]
Lirio de Sangre - Odisea 4.2 [link]

5º capítulo: "Falsas apariencias"

Lirio de Sangre - Odisea 5.1 [link]
Lirio de Sangre - Odisea 5.2 [link]

6º capítulo: "Pánico"

Lirio de Sangre - Odisea 6.1 [link]
Lirio de Sangre - Odisea 6.2 [link]
Comments0
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In